Para los sorprendentes lectores, público en general y demás profesionales las causas de estos fenómenos se atribuyen a “La mano gris del mercado”, es decir a la oferta y la demanda. La verdad es, que sigue siendo una de las asignaturas pendientes de la economía y uno de los graves vicios y carencia esenciales de la formulación económica global, siendo un desafío para la inexistente teoría económica, como desde hace tiempo sostengo y es mi convicción. Muchas son las explicaciones de los economistas expertos influyentes y ninguna idea que resuelva la esencia del problema.
Veamos, habría que remontarse a la naturaleza del ser humano y la influencia social como grupo desde tiempos inmemoriales. Desde tiempos remotos, se comerciaba en base al trueque con metales y piedras preciosas, telas exóticas, especias, cereales, ganado, etc. hasta que apareció el dinero y se realizaron las primeras acuñaciones de monedas. Una parte significativa de la población era rural principalmente y eran los que sostenían los imperios, a groso modo. A medida que fueron acuñándose monedas y empezó a incrementarse el comercio mediante las expediciones de caravanas y naves, empezó a desarrollarse una influencia social que aunado a la aparición de las religiones configuro el caldo de cultivo para lo que en el tiempo se consolidaría y se convertiría en lo que hoy se denomina crash, especulación o burbuja con todo lujo de teorías y explicaciones retrospectivas a toro pasado.
Estos fenómenos responden en la esencia, a la combinación y concurrencia de tres ingredientes. Uno por inconsciencia de la ignorancia, segundo el intangible de la espiritualidad y el tercero una combinación de los dos anteriores. Por una parte las profundas raíces religiosas, independiente de su localización y aparición en el tiempo. En el cristianismo, la simonía es, la compra/venta de lo espiritual empleando bienes materiales. En los paganos de la época, la adoración al becerro de oro era la expresión sublime colectiva del Virus, Hoax o Bulo, que alimenta la codicia, que se basa en una errada conexión material con la felicidad. Esto es causado por una perspectiva que exagera los aspectos de las piedras preciosas, el oro y su equivalente moderno del becerro de oro del dinero y el lujo al que se accede por medio del anterior, que aunado a la repercusión mediática de los medios de comunicación y la presión social, tenemos el resultado que todos conocemos. No hay nadie peor que el avaro consigo mismo, y ese es el justo pago de su maldad.
Así, el antídoto es evidente. Solo se trata de saber ver bien, ser y actuar consciente y responsablemente. En mi caso lo tengo muy claro, me considero multimillonario de ignorancia, bastante afortunado en capital humano y autosuficiente en lo demás.
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